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lunes, 7 de agosto de 2017
LA IMPORTANCIA DE NO DISCUTIR DELANTE DE LOS HIJOS
La importancia de no discutir delante de los hijos
Todos los niños tienen el deseo de que sus padres no discutan o que no peleen entre ellos. Los padres pueden mantener conversaciones sin tener que recurrir a los comentarios o a los comportamientos hirientes, pero parece que no siempre es tan fácil como parece. Normalmente cuando hay discusiones entre los padres existe un conflicto interno en ambos sin resolver, algo que hará que la discusión se convierta en algo crónico (ya sea que viven juntos o separados). Pero los conflictos entre los padres tienen un impacto negativo en la salud mental y en el desarrollo de los hijos.
El conflicto entre los padres
Es normal y común tener diferentes ideas, opiniones, valores y prioridades. Las personas somos diferentes y no tenemos por qué pensar igual en todo. Pero el éxito en una relación consiste en ser capaz de utilizar las habilidades de comunicación adecuadas para que las ideas y las opiniones puedan ser expresadas y recibidas con respeto, que las diferencias de opinión se resuelvan con estrategias de resolución de conflictos sanas.
Si los padres no se comunican con respeto entre sí y no tienen una buena estrategia para la resolución de conflictos, el resultado puede ser un conflicto crónico donde la discusión sea algo habitual en la vida familiar. El tono emocional hostil y los patrones en confrontaciones se repiten una y otra vez.
Estos conflictos dañinos pueden variar de nivel y ser de diferentes tipos: gritar, culpar, humillar, burlarse, usar el sarcasmo, ignorar al otro, la intimidación, las amenazas, la violencia física o verbal, el comportamiento destructivo… o cualquier comportamiento que perjudique al otro. El conflicto de los padres puede tener lugar incluso en las familias que desde fuera, parecen perfectas.
Cómo afecta en los niños los conflictos de los padres
Impacto negativo en la salud mental de los niños
Cuando los niños experimentan continuos conflictos no resueltos de sus padres se vuelve destructivo para ellos. Los niños son resistentes y altamente adaptables, pueden hacer frente a las situaciones difíciles como una separación o un divorcio pero lo que daña emocionalmente de forma grave es el amargo conflicto continuo de sus padres (independientemente de si viven juntos o no). Si los padres tienen conflictos continuamente y cuanto mayor es la tensión entre ellos, mayor es la probabilidad de que los problemas psicológicos aparezcan en los niños y que tengan problemas emocionales y de comportamiento.
Los niños se sienten inseguros
Los conflictos entre los padres crean un clima de tensión, de caos y de inseguridad en el entorno familiar que está destinado a estar a salvo, seguro y cómodo para poder crecer y que los niños se sientan bien. Los niños sienten ansiedad, miedo e indefensión. Pueden preocuparse por su seguridad e incluso por la seguridad de sus padres (aunque no haya habido violencia). La imaginación de los niños es muy poderosa y pueden imaginar que los padres se hacen daño o pueden preocuparse acerca de un posible divorcio (si los padres siguen juntos).
Mal ejemplo para los niños
Los niños aprenden lecciones sobre cómo llevarse bien con los demás de la forma en que sus padres se llevan bien entre sí. Si el modelo de los padres de comunicación es poco saludable y no saben resolver los problemas acertadamente, lo más probable es que la forma en que tus hijos se comuniquen y que resuelvan los problemas con otros sea poco adecuada también a medida que van creciendo y se conviertan en adultos.
La relación padres e hijos puede romperse
Si no hay problemas graves, los niños se sienten más saludables y seguros y se permite desarrollar una relación positiva con ambos padres, independientemente de qué siente un progenitor por el otro. Pero si el niño escucha constantemente cosas malas acerca de uno de los padres, el peligro es que la relación entre los padres e hijos se debiliten.
HIJOS EMOCIONALMENTE SANOS
HIJOS EMOCIONALMENTE SANOS
Educar es transmitir, encaminar, mostrar y enseñar a nuestros hijos lo que consideramos importante para la vida.
En ésta educación se encuentran nuestros valores, nuestras ideas y expectativas de la vida, nuestros hábitos y formas de vivir y ver la vida.
Los padres siempre tienen la intención de dar lo mejor a sus hijos, sin embargo, además de la intención, también tenemos que saber cómo transmitirlo, ya que podemos fallar en ello, y fracasar en la educación que queremos dar a nuestros hijos.
¿Imponer o acompañar?
Existen muchas formas de educar, tantas como personas, y una de ellas, es a través de la autoridad, la imposición, el castigo y la obediencia.
En ésta forma de educar, “adiestramos niños”, les transmitimos a través del miedo y la autoridad. En la mayor parte de los casos, los menores obedecen, sin aprender y sin pensar, tan sólo por evitar las consecuencias negativas de no hacerlo.
Sin embargo, existe, de forma general , otro enfoque de la educación, desde el respeto, y el acompañamiento al proceso evolutivo del menor.
Sin duda, éste enfoque enseña, transmite y el menor aprende el porqué de las cosas, y de las peticiones de sus mayores.
Y en muchas ocasiones, el aprendizaje es a través de la propia experiencia, de llegar a acuerdos y negociaciones con sus padres, y de potenciar la autonomía, para que los menores se hagan responsables de sus pequeñas decisiones y de sus consecuencias.
¿Son adecuados las normas y los límites?
Respetar y acompañar el crecimiento y la maduración de nuestros pequeños, no quiere decir que éstos dirijan su propia educación.
Es importante no olvidar, que los padres siempre son el motor y la guía de la educación de sus hijos, y por ello, son los padres quienes marcan el camino de aprendizaje que quieren mostrar a sus hijos.
Para ello, es importante expresar claramente las normas y los límites que definen los márgenes de lo que queremos enseñar, ya que es evidente, que todo, no nos vale para nuestra forma de vivir la vida, y así debemos dejárselo claro a nuestros benjamines.
¿Cómo educar desde el respeto?
Es importante tener claro lo que queremos enseñar, y para ello, es imprescindible conocer nuestros VALORES de vida, los que vamos a transmitir con seguridad y constancia.
Para ello, educar se convierte en la transmisión de valores, a través de las normas y los hábitos de nuestro día a día, dejando bien claro por lo que no deseamos pasar.
Enseñar valores es algo natural y espontáneo, que se transmite de generación a generación, a través de la observación, la imitación, y sobre todo, con el lenguaje no verbal.
Esto quiere decir, que además de explicar lo que queremos y esperamos de nuestros hijos, y también lo que no deseamos, hemos de hacérselo saber con nuestras actitudes, nuestras emociones y sentimientos, conductas de aprobación o desaprobación, y consecuencias directas de ello.
Padres seguros de sí mismos, niños emocionalmente sanos
Los niños crecen emocionalmente sanos cuando han aprendido a vivir la vida desde su propia experiencia y con el acompañamiento y protección de sus mayores, entendiendo, resolviendo los conflictos y afrontando las dificultades, tal y como les enseñaron sus padres.
Cuando el niño se convierte en adolescente y más tarde en adulto, él decidirá qué hacer con todo lo aprendido, pero no cabe ninguna duda, de que una buena educación será el mejor equipaje para su viaje por la vida.
Los niños más seguros de sí mismos, son aquellos que han crecido desde la comunicación y la confianza de sus mayores; a través de lo cual, fueron capaces de entender porqué sus padres les mostraron esos valores de vida, y les acompañaron en su maduración y autonomía, enseñándoles a manejar sus emociones de frustración, rabia, enfado, envidia y celos…
Reforzándoles en sus avances, sus logros, sus éxitos, sus capacidades, habilidades y potencialidades. Mostrándoles siempre el amor, cariño y el afecto que sentimos por ellos.
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